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Las Hogueras no son cosa del pasado: El Cazador eres Tú

  • Writer: Leandra R.
    Leandra R.
  • Jan 10, 2020
  • 8 min read

Updated: May 26, 2020


Las hogueras que tuvieron lugar en Europa a mitades del siglo XVI hasta finales del siglo XVII se han quedado como borrones en la memoria colectiva, enceguecida, la sociedad conserva hoy las anécdotas y estereotipos de tales eventos. Siento que la disminución de la vida femenina se ha perpetuado en el tiempo, y hoy por hoy condenamos a miles de mujeres por el solo hecho de serlo. Las condenamos por libres y hasta “liberales” a nuestra hoguera de prejuicios, y cuando el ataque psicológico no basta, la violencia se entremete.


Recordemos que la cacería de brujas NO ocurrió en una sociedad “salvaje” y pagana. Al contrario, fue durante un momento de “modernidad” en el que se reforzaba la idea de Estado con nuevas instituciones, nuevas reglas y un cierto ascetismo religioso. Así las verdaderas razones que llevaron a un tal genocidio no son únicamente de orden religioso sino cultural y politico-economico. Si simplificamos estas causas las podríamos dividir en tres grandes voluntades de parte de las élites urbanas: la de promover las instituciones (sobre todo legal y jurídica), la de extinguir una cultura tradicionalista (difundiendo el cristianismo) y ciertos intereses económicos individuales.



La cuestión religiosa tuvo un papel destacado en la cacería de brujas, o eso es lo que solemos recordar de esta historia. Era el miedo al demonio que poseía ciertos cuerpos lo que supuestamente llevó a miles de mujeres (y ciertos hombres) a ser condenados por brujería. Sin embargo, esta demonización de los individuos no fue aleatoria, sino que condenaba un perfil determinado de personas. Fueron sobre todo las mujeres independientes, solteras, sin hijos y ancianas que sufrieron de las hogueras[1]. Y es que estas mujeres se distinguían de las obligaciones puritanas que promovía el cristianismo cuya moral influenciaba fuertemente los roles de género en la sociedad. Por ende, el argumento religioso no es suficiente para entender este fenómeno social.


Por otro lado, una importante distinción se hacía notar entre los roles que tenían las mujeres de las ciudades y aquellas en el campo. Mientras las primeras debían limitar su comportamiento a un ascetismo irreprochable, las campesinas contaban con un rol mucho más significativo y sus diversas responsabilidades les ganaban un cierto reconocimiento social. Esto no quiere decir que la jerarquía patriarcal era inexistente en el campo, sino que los roles del hombre y de la mujer eran complementarios, dando a la mujer una posición más respetable en la sociedad. Mientras los hombres dedicaban su tiempo a las labores “físicamente arduas”, las mujeres se quedaban en casa para educar, sanar y, sobre todo, transmitir la tradición y la cultura a las siguientes generaciones. Evidentemente, el rol de madre no era algo por lo cual ganarían prestigio en la sociedad, debido a la naturalidad que representaba este rol para las mujeres. Sin embargo, al ser las practicantes sanitarias y educadoras eran ellas las responsables de transmitir tales conocimientos. Ellas se encargaban del parto, una tarea lejos de ser sencilla y es muy probable que descubrieran diversos remedios para disminuir o aliviar aquellos dolores. Transmitían las prácticas religiosas que a veces se etiquetaban de paganas (con rituales ligados a la agricultura o a la salud, por ejemplo) y la sabiduría comunitaria a los hijos, asegurando la herencia intergeneracional. A la élite urbana esta diferencia de normas, valores, costumbres e incluso de fe los escandalizaba, ¿y cómo hacer para acabar con tales tradiciones? quemando a las transmisoras a raíz del problema. Por ende, las hogueras fueron un fenómeno que tuvó un mayor impacto en el campo, sin embargo, en las ciudades se condenaba sobre todo a aquellas mujeres "inservibles" socialmente. A las ancianas, las divorciadas o mujeres independientes que se negaban a renunciar a su libertad por una unión.



Al comenzar mi interés por la cacería de brujas creía que una sociedad medieval fuertemente patriarcal y religiosa había condenado a aquellas “doctoras primitivas”[2] que producían remedios o “pociones” sanadoras. Así, creía que esta sociedad salvaje (en el sentido de irracional) había generado la carencia de figuras femeninas en la ciencia no por una falta de interés si no por un acceso denegado. Sin embargo, el culpabilizar a los individuos por su ignorancia y su religiosidad cubría causas más estructurales como la de promover instituciones tales como la de la justicia y de las leyes.

En efecto, si recuperamos el pedazo de memoria perdido, recordamos que las brujas eran condenadas en juicios. por jueces… supuestamente LAICOS. El proceso de penalización sucedía de la manera siguiente: uno señalaba a aquella persona sospechosa de brujería , la acusaba a un cura y como esta figura de autoridad no podía condenar a muerte (por relación con lo sagrado seguramente) juntos acudían a un juez “laico” para empezar el proceso de condena.


Así, a las brujas se las llevaba a juicio, a sentarse a escuchar cómo iban a lanzarlas al agua para ver si flotaban. Este proceso era una manera para las elites urbanas de promover aquella nueva bella invención de cortes y jueces “imparciales”, al orden del racionalismo. Con esto pretendían acabar con la justicia comunitaria que se practicaba en el campo, que paradójicamente acusaban de ser bárbara. Así llevaron su institución al campo, para “enseñarles” a aquellas comunidades a utilizar el brazo de la justicia que siempre actuaría de manera apropiada y neutra. Crearon leyes que prohibieran la brujería, y con leyes llegaron penitencias y fueron estas las que les costaron la vida a tantas mujeres. Aquellas acusadas tuvieron que pasar por procesos humillantes que las alejaría de sus familias, condenando a cualquier prójimo que tratara de defenderlas. Y finalmente, eran condenadas a una muerte tortuosa, dictada por aquella modernidad civilizatoria, por la imposición de leyes y de la “justicia” centralizada que para las elites urbanas significaba una ruptura con el pasado primitivo.


Para terminar con el razonamiento detrás de la cacería de brujas hace falta agregar el rol de la economía. Las mujeres jugaban un rol importante en la inversión y/o adquisición de patrimonio familiar a través del matrimonio arreglado. Así, muchas veces se acusaba a una mujer de ser bruja para evitar un arreglo matrimonial, estigmatizando a la familia y a la novia misma, si no matándola. Finalmente, un dato interesante es que la estigmatización de las “brujas” solo quedó en aquellas comunidades donde grandes cambios socioeconómicos destabilizaban los lazos comunitarios. El crecimiento de la población, la dificultad económica por la carencia de recursos dividía a estos pueblos haciéndoles más susceptibles a la adopción de las nuevas imposiciones urbanas.

Como vimos, la imposición de instituciones modernas (jueces y jurados), el miedo hacia una religión pagana (Iglesia) y el recelo de costumbres que se diferenciaban de su matriz patriarcal fueron parte de las verdaderas causas del genocidio de las “brujas”.

Ahora, no porque se haya matado masivamente más mujeres que hombres en esta época (los hombres fueron acusados en mucho menos cantidad), no quiere decir que los acusadores fueron únicamente hombres. Las mujeres también participaban de la condena de otras mujeres, temiendo sus prácticas, envidiando sus lazos o simplemente, adoptando el movimiento general de su entorno.



De este aspecto, creo que hemos heredado la desvalorización de la vida de una mujer. Pensémoslo concretamente, hay una parte de la historia en la que nos hemos dedicado a matar individuas ya sea por intereses propios, por creencias o por la influencia de ciertas corrientes modernistas o religiosas. Y es con respecto a este aspecto que siento que hoy en día contamos con un paralelo de situaciones.

Obviamente ya no quemamos mujeres en hogueras, pero las ahogamos en lágrimas mientras se las mata a oscuras, en callejones por todo el mundo. En la ciudad como en el campo, el espacio público continúa siendo un lugar de miedos y sospechas, ahora se condena con denuncias oficiales, públicas y privadas a aquellas que visten muy “provocativamente”, a las que gozan de una sexualidad liberada, a aquellas que no temen decir lo que piensan y dictar lo que quieren. Como “fáciles”, putas y descaradas, condenamos con un manto de prejuicio que encasilla a la persona en el cuadro de su etiqueta. En los tribunales, se condena a aquellas que decidieron abortar, a pesar del riesgo físico y legal que implicaba, no solo jugándose la vida, pero enfrentando la posible humillación que el sistema judicial impone. Mueren aquellas que callaron su relación de violencia, a aquellas que no quisieron callar, aquellas que quisieron resistir con la fuerza a la violación, a aquellas que no pudieron. Hoy la sociedad condena con impunidad, con empatía hacia esas personas, que cometieron violencia, porque “solo eran niños”, porque las minas estaban drogadas, porque andaban solas y por como vestían.

Quizás empiece a vibrar en tu tímpano el himno feminista creado por el colectivo feminista chileno Las Tesis, un canto que ha convulsionado la lucha feminista a nivel mundial. “El violador eres tú” tiene como claro objetivo el de romper con la lógica que responsabiliza a las víctimas por la agresión que sufrieron. La denuncia acusadora de aquellos agentes de violencia finalmente se vuelve explícita, señalando a aquellos que nos dominan y condenan en el día a día. Todavía siento como se me erizaba la piel al escuchar que la “la culpa no era mía” pero la de “los pacos, los jueces, el Estado y el Presidente”. Por Fin la denuncia se materializa a través de la acusación de esas figuras que hasta hoy nos persiguen. Hoy por hoy no contamos con el apoyo policial, que en vez de ser una institución de protección, es un arma opresora a las órdenes de un gobierno intransigente. Además de abusiva siendo la policia misma quien viola a las violadas o las humilla en público. Las leyes siguen condenándonos a nivel mundial: tan solo 2 tercios de los gobiernos han penalizado la violencia doméstica, mientras decenas de países siguen criminalizando el aborto lo que significa que no solamente el aborto es ilegal, sino que puede implicar penitencias para aquellas que lo practiquen, sin hablar del estigma hacia aquellas que lo llevan a cabo, por la parte de la sociedad y de la entidad sanitaria misma[3]. Los jueces condenan a aquellas que abortan, a las que se defienden contra sus agresores a vivir en prisión, ¿y que es la encarcelación? pues la marginalización de aquellas personas que han roto con las leyes y normas sociales, por ende, normalizan la agresión (con impunidad). Lo paradójico es como nos sorprendemos al enterarnos que las tasas de femicidios solo crecen en América Latina mientras la violencia de genero se estanca (2 de cada 3 mujeres ha vivido agresión o acoso en sus vidas[4]).


Y al final, toda esta red oficial machista y patriarcal se teje a manos de un Estado que es incapaz de tomar en serio las peticiones de al menos la mitad de la población mundial! Es evidente la falta de esfuerzo del gobierno por atribuir las medidas necesarias a la lucha contra esta violación de los derechos humanos de proporciones pandémicas que es la agresión de niñas y mujeres. No solo en términos de presupuesto, pero de leyes y normas también.

Por eso agradezco a las tesis por su creación, agradezco a quienes lo cantan con tanto fervor y espero que lo único que se nos queme de ahora en adelante sean nuestras gargantas al denunciar a gritos el asfixio de una política y de una sociedad que nos sigue matando. Hoy en día, nuestro paganismo se manifiesta a través de nuestra voluntad de empoderarnos. El himno de las Tesis significa el quebrantamiento de tantas normas sociales, que se puede entender solo con la crítica de aquellxs a quien les hierve el rompimiento del statu quo y de su privilegio. Lamento decirles a aquellas personas que señalan con el dedo este movimiento feminista que es más fuerte que nunca y que toma dimensiones internacionales, ganando fuerza en la unión de generaciones y culturas. Ya siento sus piernas temblar al ver a tantas mujeres ocupando el espacio público, gritando tan fuerte e imponentemente. Qué pena que ya estemos cansadas de ser obligadas al exilio histórico hacia nuestro rincón. Lamento informarles que la cacería de “brujas” ya no será realizada con pura complacencia, seremos más en notar y luchar contra esta opresión. Lamento decirles que ya no será posible asfixiar con fuego nuestros gritos de urgencia y sublevación.

[1] Mona CHOLLET, Sorcières. La puissance invaincue des femmes Paris, Éditions Zones, 2018, 256 p.


[2] Robert MUCHEMBLED, Sorcières justice et société au 16ème et 17 ème siècles, Editions Imago, 1987, Paris



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